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viernes, 24 de mayo de 2013

Hasta el último pucho


En toda familia hay un loco. El nuestro llegó el día que mi suegro quedó viudo. No  había pasado ni un mes de los funerales cuando recibimos una llamada. Al parecer el padre de mi marido, había decidido salir al balcón de su piso en plena noche a fumarse  un cigarrillo. Suceso nada singular en una ciudad de fumadores, salvo por el detalle de  no llevar  más que un Camel encima.

Cuando llegamos , mi suegro seguía de pie con el cigarrillo en la boca, ignorando la respetable concurrencia de vecinos reunidos en la calle para ver a un viejo calato. Fumaba correctamente, sin prisa, con dignidad. Yo me arrepentí de haber ido, no era un buen  panorama para una nuera, ni para un hijo como  mi esposo, que  le rogaba  que entrara al piso mientras le alcanza la bata de dormir, pero el viejo siempre fue muy terco y  se mantenía inmutable en el balcón, ajeno a los ruegos y a las risas. 

Sino hubiera estado de pie y fumando habría jurado que estaba en estado comatoso. Pero la noche siguió llenándose de olor a tabaco hasta que  por poco se quema los dedos del pie con los restos de pucho que caían en picado. Sólo entonces , ese hombre de rostro endurecido surcado de arrugas, ese hombre de músculos blancos mal recortados por el tiempo , ese hombre con el sexo viejo asomando por la baranda aceptó la bata , entró al piso y se fue al baño a hacer lo único que le faltaba por hacer.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

LA HISTORIA DE LA SEÑORA HARRIS MAS CONOCIDA COMO LA GRINGA


LA HISTORIA DE LA SEÑORA HARRIS MÁS CONOCIDA COMO LA GRINGA







Todos en el pueblo queremos ayudar a la señora Harris, comenzando por sus alumnos a los que quería como si fueran sus propios hijos y ahora quieren que su alma descanse como descansan todas las almas de nuestros muertos. Pero casi nada sabemos de la Gringa, que es así como la llamamos, desde la tarde que llegó a este pueblo donde crecen los cactus de saguaros y el cielo es seco como el ojo de los ciegos. Aquí donde rara vez se detienen los buses de turistas se bajó un día la Gringa, con su cámara Canon colgando del pecho y alquiló una habitación, en la pensión de las Flores. Los primeros días se nos hizo raro ver su larga silueta, fotografiando las ramas de los mezquites, las espinas de los saguaros, los campos de nopales en flor, las patas de las lagartijas huyendo de los hombres y hasta las piedras muertas de los barrancos que en este pueblo nacen a toda hora. Luego fue habitual verla entre los animales sedientos mirando las cosas que a ningún extraño interesan. En esos días le advertimos que no debía molestar el descanso de los seres que parecen muertos pero no lo están pero la Gringa estaba resuelta a comprender hasta el leve quejido de las raíces cuando buscan agua.

Por eso un día compró la casa de al final del pueblo que colinda con el río seco y abrió la única escuela de música de los alrededores , nosotros pensamos que el sol le había quemado la mollera, pero nos cayó en gracia cuando resucitó el piano de la iglesia que no sonaba desde el tiempo de los cristeros. Desde entonces no hubo fiesta de guardar , ni misa que no acompañara al piano.

Pero desde hace dos semanas hacemos misa sin ella , porque la Gringa cuando estaba en el río seco mirando las ranas a través de los ojos de su cámara, perdió el equilibrio y cayó sobre una enorme piedra golpeándose la cabeza. Murió en el acto, pero la pobrecita anda perdida aún por aquí y algunos la han visto mirando tristemente el río donde aún croan los sapos y las ranas verdes. Muchos casi han muerto del susto al verla acongojada entre los campos de nopales, sin embargo porque la queremos como si fuera una de los nuestros hoy muy temprano sus alumnos han recogido las flores de cempasúchil y han decorado el altar que entre todos le hemos hecho a la Gringa.

A esta hora el pueblo está lleno de un olor a incienso y las flores se ven más naranjas a la luz de los cirios, nos hemos preparado para recibir a nuestros muertos y en especial a la Gringa , que nunca entendió nada de los vivos y menos ahora de los muertos. Allá la vemos venir con su mismo caminar entre los nuestros , parece cansada y se ha arrinconado en una esquina de la plaza , viendo a los otros difuntos que sonríen a la tierra. A la puerta de su escuela de música sus alumnos , a los que quería como hijos, siguen cantando con sus calaveritas y la señora Harris parece tomar un poco de aire como si quisiera zambullirse en el agua al escucharlos con sus voces angelicales. La sed de los muertos es peor que la de los vivos. Pero nosotros hemos nacido con la canícula y desde siempre aprendimos a esperar. Cuando cae una gotita de agua , damos gracias a esta tierra porque no somos malagradecidos con nada, menos con ésta que es donde quedarán nuestros huesos . Tenemos tanta paciencia como quién se sienta sobre un petate a esperar ver nacer la primera flor del nopal. Por eso no nos ha costado nada esperar a la Gringa. Nos hemos estado aquí hasta que la hemos visto empujar su largo cuerpo con ese último aliento y entrar a su casa abriéndose paso entre el coro de calaveritas.


Silvia Llanto Cadenas

Mataró Octubre 2012

lunes, 3 de septiembre de 2012

La mosca

Abrí la ventana y una mosca se deslizó junto con el frío de la mañana dentro de casa. Fue a posarse directamente en el borde de mi taza de café. Después de frotarse las patitas comenzó a revolotear incansablemente por el salón, parecía querer inspeccionarlo todo, como si buscara un lugar propicio para descansar. Afuera el sol había reaparecido después de varios días de lluvia, pero la mosca parecía saber que  la lluvia volvería y porfiaba en revolotear por toda la casa. En otras circunstancias la hubiera espantado hasta verla salir por la ventana, pero no me moví de dónde estaba. La observé pacientemente, hasta que decidió posarse en uno de los libros que mi hijo había dejado en la mesa de su biblioteca. Mi hijo amaba los libros y yo no volveré a verlo llegar a casa , ni él volverá a esta biblioteca. Hace unos días me he despedido de él, llovía mucho, pero no me moví de su lado hasta que cayó la tarde . Desde ese día no me he atrevido a leer ni un sólo libro de su biblioteca. Me he limitado a estar sentada en el sofá mirando caer la lluvia, hasta hoy que vi  el sol y a esa mosca pegada a la ventana y que ahora camina sobre el lomo del libro que mi hijo no volverá a leer.
Rápidamente la mosca ha alcanzado el cielo raso y revolotea alegremente haciendo rizos en el aire. Parece un animalito muy vivaz. Pocas veces he visto una mosca con  tanta atención. No es extraño que una mosca entre a nuestras casas , ni que pasen todo el día dando vueltas alrededor nuestro, como si esperaran algo de nosotros. Esta mosca viene directamente hacia mí, vuelve a posarse en mi taza de café, después baja a la mesa, rodea la cucharita y antes que lea mis pensamientos, dejo caer sobre ella un vaso sin darle tiempo a escapar. En un primer momento parece desconcertada con su cárcel de cristal, pero una vez recuperada del susto, intenta remontar el vuelo. Lo hace incansablemente, aunque por momentos deja de volar. Pienso que no quiere morir y por eso vuelve a intentar escapar de la prisión que he dejado caer sobre ella. Han pasado muchos minutos, casi no tiene fuerzas, pero porfía, es tenaz, cuando parece que no volverá a intentarlo y tengo la tentación de alzar el vaso, vuelve a moverse. Tal vez la muerte es sólo cuestión de dejarse morir.  Este no es el caso, la mosca lucha hasta el último segundo, mueve por última vez las patitas, y no sé en que instante preciso se le ha escapado la vida, pero está muerta , con la panza arriba y las patitas quietas,   aunque a mí me da la impresión que si alzo el vaso , ella podría escapar y salir por esa ventana, desde la que puede adivinarse la vida.

Silvia LLanto 

Mataró  3 de Setiembre del 2012

viernes, 31 de agosto de 2012

Evaristo

Evaristo estaba hecho de carne y hueso. Aunque en los últimos días se le hacía difícil sostener tal afirmación. Era cierto que de niño había sido un poco revejido casi tan insignificante como un piojo. Pero no lo era. Tenía fe, tanta como para crearse una existencia. Es que incluso para hombres como él existía un Dios. Claro que en los días húmedos su cuerpo contrahecho parecía articularse de manera imprevisible. Pero se levantaba, metía el amasijo de carne en un bus y bajaba a la ciudad aún cubierta de neblina. Era uno de los primeros en llegar, de esa manera cuando la calle se iba llenando de gente, se confundía entre la multitud. Le resultaba fácil perderse entre ellos ofreciéndoles cigarrillos pues era así como se ganaba la vida.

A Evaristo este invierno le estaba resultando muy frío. Incluso había comenzado a sufrir repentinos ataques de dolor, naúseas y vómitos que intentaba contener porque le daba pena desperdiciar lo poco que comía. Pero pese a todo Evaristo mantenía su fe en la vida, pues por mala que pueda parecernos, tenía una vida y con esa certidumbre bajaba desde lo alto del cerro como un santo pálido y apunto de levitar sobre la neblina. Tal vez esa blandura neblinosa le había ido apagado la voz, hasta convertirla en un susurro,casi un aliento. Así era difícil que alguien lo escuchara en la calle, por eso decidió subir a los buses, porque a la vez que se refugiaba del frío podía vender sus cigarrillos. Aunque en los últimos días subía y bajaba con la misma cantidad . "Es cuestión de ser positivos" se repetía . Y volvía a subir y bajar de los buses con el mismo resultado. 

Evaristo ensayó sonrisas, monólogos ocurrentes y alguna canción de moda que acompañaba de un par de conchitas que raspaba una contra la otra con inusual inspiración, pero el resultado seguía siendo el mismo. Tenía la impresión de no ser visto. No sólo porque no vendía nada, sino porque no existía en esos rostros ni una huella de fastidio, ni una maldición entre dientes, cuando subía y comenzaba a ofrecer sus cigarrillos. Por otro lado, le parecía muy sospechosa la actitud de los cobradores. No cruzaban ni una palabra con él,  ni le impedían subir, ni vender, ni lo insultaban al bajar. Definitivamente algo pasaba.

La gente de la calle nunca le había prestado mucha atención , pero probó  , sólo para salir de dudas a detenerlos mientras caminaban. La gente iba deprisa metida en sus asuntos, no tenía que importarle los problemas de un hombre como él , pensó, cuando ellos siguieron su paso sin alterarse.  Evaristo se apoyó en un árbol, desde allí veía pasar a la gente , recordó su existencia , el milagro que era su vida, sobrevivía de puro milagro. Se dijo así mismo,  que era una ventaja ese estado de inexistencia, por ejemplo, ahora tenía todos esos cigarrillos para él. Tomó uno y comenzó a fumar, sintiendo algo tibio en el corazón, quizá eso era otro milagro. Se sintió feliz pensando en la gracia concedida y fumó otro  . Y con este calorcito dentro de él caminó entre la multitud hasta desvanecerse.