LA HISTORIA DE LA SEÑORA HARRIS MÁS CONOCIDA COMO LA GRINGA
Todos
en el pueblo queremos ayudar a la señora Harris, comenzando por sus
alumnos a los que quería como si fueran sus propios hijos y ahora
quieren que su alma descanse como descansan todas las almas de
nuestros muertos. Pero casi nada sabemos de la Gringa, que es así
como la llamamos, desde la tarde que llegó a este pueblo donde
crecen los cactus de saguaros y el cielo es seco como el ojo de los
ciegos. Aquí donde rara vez se detienen los buses de turistas se
bajó un día la Gringa, con su cámara Canon colgando del pecho y
alquiló una habitación, en la pensión de las Flores. Los primeros
días se nos hizo raro ver su larga silueta, fotografiando las ramas
de los mezquites, las espinas de los saguaros, los campos de nopales
en flor, las patas de las lagartijas huyendo de los hombres y hasta
las piedras muertas de los barrancos que en este pueblo nacen a toda
hora. Luego fue habitual verla entre los animales sedientos mirando
las cosas que a ningún extraño interesan. En esos días le
advertimos que no debía molestar el descanso de los seres que
parecen muertos pero no lo están pero la Gringa estaba resuelta a
comprender hasta el leve quejido de las raíces cuando buscan agua.
Por
eso un día compró la casa de al final del pueblo que colinda con
el río seco y abrió la única escuela de música de los alrededores
, nosotros pensamos que el sol le había quemado la mollera, pero
nos cayó en gracia cuando resucitó el piano de la iglesia que no
sonaba desde el tiempo de los cristeros. Desde entonces no hubo
fiesta de guardar , ni misa que no acompañara al piano.
Pero
desde hace dos semanas hacemos misa sin ella , porque la Gringa
cuando estaba en el río seco mirando las ranas a través de los
ojos de su cámara, perdió el equilibrio y cayó sobre una enorme
piedra golpeándose la cabeza. Murió en el acto, pero la pobrecita
anda perdida aún por aquí y algunos la han visto mirando
tristemente el río donde aún croan los sapos y las ranas verdes.
Muchos casi han muerto del susto al verla acongojada entre los campos
de nopales, sin embargo porque la queremos como si fuera una de los
nuestros hoy muy temprano sus alumnos han recogido las flores de
cempasúchil y han decorado el altar que entre todos le hemos hecho a
la Gringa.
A
esta hora el pueblo está lleno de un olor a incienso y las flores se
ven más naranjas a la luz de los cirios, nos hemos preparado para
recibir a nuestros muertos y en especial a la Gringa , que nunca
entendió nada de los vivos y menos ahora de los muertos. Allá la
vemos venir con su mismo caminar entre los nuestros , parece cansada
y se ha arrinconado en una esquina de la plaza , viendo a los otros
difuntos que sonríen a la tierra. A la puerta de su escuela de
música sus alumnos , a los que quería como hijos, siguen cantando
con sus calaveritas y la señora Harris parece tomar un poco de aire
como si quisiera zambullirse en el agua al escucharlos con sus voces
angelicales. La sed de los muertos es peor que la de los vivos. Pero
nosotros hemos nacido con la canícula y desde siempre aprendimos a
esperar. Cuando cae una gotita de agua , damos gracias a esta tierra
porque no somos malagradecidos con nada, menos con ésta que es donde
quedarán nuestros huesos . Tenemos tanta paciencia como quién se
sienta sobre un petate a esperar ver nacer la primera flor del nopal.
Por eso no nos ha costado nada esperar a la Gringa. Nos hemos estado
aquí hasta que la hemos visto empujar su largo cuerpo con ese
último aliento y entrar a su casa abriéndose paso entre el coro de
calaveritas.
Silvia
Llanto Cadenas
Mataró
Octubre 2012
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