viernes, 21 de diciembre de 2012

Cuento sobre el fin del mundo



La primera cita


Hoy es el día. He citado a Jorge en la playa antes que muera el día y no es porque sea muy

romántica, pero nunca es tarde para comenzar a serlo. Quiero que todo sea como en las películas. La

chica enamorada que se entrega al amor. Claro que no estoy enamorada de Jorge, pero eso no

importa ahora. Basta tener ciertos gustos en común. Los dos amamos la música, el cine y somos

adolescentes.

Nunca pensé que sería así. Tengo apenas quince años, nunca he besado a nadie. Nunca llegaré a

escribir el libro que quería , porque ni siquiera he comenzado a escribirlo. Escribir es un acto

solitario también en eso se parece al sexo, pero requiere más tiempo y eso es lo que me falta ahora.

Tiempo .

A un par de horas:

Espero que Jorge no tarde, la playa está solitaria . Es invierno , nadie viene a la playa en esta época

del año, menos en este día. Hoy todo el mundo ha salido de la ciudad, algunos han buscado refugio

en el subterráneo, en cuevas. Yo he preferido dejar una nota de despedida a mis padres,

agradeciéndoles su preocupación por hacer de mí, una estudiante ejemplar, un ser extraño para mis

compañeros, menos para Jorge que es igual a mí. Él tampoco cree justo que la vida nos juegue esta

pasada, así que nos hemos citado en la playa.

Cuenta final:

Ese puntito que se acerca es Jorge. Lo reconozco porque sólo él camina así. Lleva un ramo de rosas,

debe haberla robado de alguna floristería abandonada. Es un romántico total. Sólo falta que me

tome en brazos como en Amor eterno y escuchemos la melodía de fondo.

Hemos escrito nuestros nombres en la playa y un enorme corazón con su flecha atravesada. El mar

aún está tranquilo. La piel de Jorge es suave. Él dibuja el contorno de mi cuerpo en la

playa. La arena es fría , se pega a mi piel, los dedos de Jorge son delgados . Me toca como si

quisiera sacar algún sonido de mi corazón . Estamos en silencio .Es la primera vez que estoy

desnuda ante un chico. Es la última vez que veo a Jorge.

No imaginé que la semana terminaría así. Ayer apenas nos dijimos un : “hola “ en el

pasillo del instituto. Es semana de exámenes, así que se explica que estuviéramos concentrados en

los apuntes . Cuando llegué a casa , encontré a papá y mamá abrazados en casa viendo el

informativo. Todos los canales decían lo mismo. El mundo llegaba a su fin.


Jorge me llamó esa misma noche. Sus padres se iban al día siguiente a la montaña. No me sorprendió , 

porque mis padres habían tomado la misma decisión. Lo demás es fácil de imaginar. Jorge y yo estamos 

aburridos de ser buenos hijos y es ahora o nunca , dijimos. Así que aquí estamos.

Hacemos el amor sin saber del amor. La marea va subiendo,lo siento porque tengo mis pies

mojados. El amor es como una gran ola que nos arrastra a los dos en un mismo ritmo. Algo

dentro de mí se va rompiendo por primera vez, me siento libre. Me abrazo a él sin poder decirle que

me gusta . Nunca tendré otra oportunidad para decirle que me gustó desde siempre. Veo las lágrimas

de Jorge caer por sus mejillas. Espera que le diga algo pero es la primera vez que lo veo llorar

y no puedo dejar de sentirme culpable por este final tan triste.
























 

sábado, 8 de diciembre de 2012

La noche de los milagros


La luz de la habitación quedó oscilando después del último relámpago, si tenía suerte Dios le haría el favor de matar a Jorge. Bastaría con que dejara caer un rayo sobre los cables de electricidad tendidos a lo largo de la carretera justo en el momento que pasara al volante de su Ford. Bastaría entonces con que él saliera de su coche y tocara suelo para que quedara como una mierda humeante en la carretera. La basura de Jorge, el mierda de Jorge, regresaría en cualquier momento para matarla sino ocurría un milagro.

Había fracasado en el intento de liberarse de las cuerdas. Se imaginó así misma como un espantapájaros muerto en un campo desolado adónde sólo acude un cuervo negro. Miró el techo , la tormenta se había desatado apagando el canto de los grillos, golpeando el miedo húmedo de los árboles del bosque que acompañaban el estallido del suyo por todos los rincones de su cuerpo. Moriría antes de cumplir los treinta, moriría sin dejar hijos, moriría sin saber que era hacerlo con amor, tal vez Jorge tenía razón y era una puta . Una hija de puta. El caso era que nunca se había acostado por dinero. Sí por: placer, gusto, azar, aburrimiento y hasta por tristeza.

A él lo conoció por casualidad. Salía del trabajo y necesitaba un café, un lugar donde sentarse y despejar la cabeza. El trabajo la estaba matando, todo en esta vida requiere vocación y ese trabajo no era lo suyo. Pulsó el número de su jefe dispuesta a renunciar.

_¡¡¡No puedo más !!, no he nacido para esto.
_Lo siento pero se ha equivocado - le respondió una voz desconocida .
_Perdón pero yo …
_No se preocupe ...Son cosas del destino- le gustó la idea del destino , le parecía poético . Aunque ahora ni siquiera podía imaginar al dueño de esa voz. Por curiosidad  siguió la charla. El hombre disertaba sobre una frase de Borges : “Todo encuentro casual es una cita previa”. Al menos era ingenioso para sacar un plan.
_Me llamo Jorge . Estoy a tu disposición.

Él se convirtió en una voz comprimida en medio minuto de llamada. Una voz sin cara, ni cuerpo. Cómo saber el porqué del destino. No era una adivina. No podía ver lo que el destino había escrito dentro de un pulmón perforado, ni en un corazón detenido en un asalto a mano armada y que nunca llegaría a ser una ofrenda que calmara la cólera de los últimos tiempos. No podía adivinar tampoco el último pensamiento que se llevó a la tumba el anciano que murió plácidamente en su cama, ni el de la joven suicida que se tiró de un cuarto piso sin dejar nota alguna. Cómo saber las intenciones tras esa voz pausada. Su trabajo requería puro pragmatismo: diseccionar cavidades, analizar órganos, perforar, vaciar, rellenar. Era una artista de la muerte. Ni una sola queja de las familias, ella cumplía con entregarles un cadáver hermoso.

Comenzó a reír. Era irónico , pronto sería un cuerpo encallado en el fondo de un río, o restos de un cuerpo mutilado que algún excursionista encontraría entre las setas del bosque, después que el fiel perro lo desenterrara, “buen chico “, le diría un segundo antes de poner cara de espanto ante lo que quedaba de ella . Sería un cadáver horrendo, le daría buen trabajo a los de su sección, de hecho no entregarían sus restos hasta el final de las investigaciones, así que ni un responso para su alma, ni un cajón digno , ni una tumba decente.

Las conversaciones con Jorge se hicieron frecuentes. Quién sabe las razones que la llevaron a contarle los detalles de su trabajo, de las tardes que salía por allí y terminaba tirando con algún amigo para quitarse la peste del trabajo. Tirar, follar , sentirse viva en una ciudad muerta.
Quedó con él como hubiera quedado con cualquiera. Necesitaba un paraíso y si incluía al mismo demonio poco le importaba.

El Ford llegó puntual al lugar convenido.
_No así no-
_Por favor... sigue .
_Es imposible así
_No seas mala
_¿Crees que debo pagar la comida?
_No...por dios. Sólo sigue ...ya llego.
_Sólo un milagro cariño- . No pudo contenerse. Comenzó a reír sin parar , Ni aunque bajara Cristo de los cielos. El primer bofetón le reventó el labio. Todo fue rápido.

A esa hora casi no veía. No tenía miedo. Sus ojos se apagarían como los ojos de todos los que habían pasado por sus manos. Recordó en ese momento la primera vez que miró unos así. Tenía ocho años y no era una niña miedosa, pero cuando vio los de su abuela muerta ella sintió asco. Un profundo asco en su corazón de niña . Desde ese día tuvo la seguridad que ardería en el infierno como todas las niñas de malos pensamientos.

Esa era la razón de su oficio . Ganas no le faltaban de ponerles una moneda en cada órbita, por si el camino de la muerte era tal como imaginaban los romanos. Pero hubiera resultado un tanto excéntrico para los familiares. Los párpados comenzaban a pesarle , tal vez un dios piadoso se había acordado de ella y apresuraba el viaje antes que él regresara dispuesto a terminar su trabajo. Siempre supo que el trabajo terminaría matándola. En los últimos días la progresión de cuerpos que llegaban había aumentado dramáticamente, le bastaba abrir las cámaras frigoríficas para cerciorarse de la realidad. Se exigía demasiado . Total están muertos le repetían sus compañeros, qué les puede importar su apariencia, decían. Le fastidiaba el rictus de la agonía , lo grotesco en las caras de esas personas que no conocía. Pensaba que cualquier agonía se podía ocultar con un poco de arte . Ella era una artista así al menos la llamaban los familiares satisfechos del gran trabajo realizado con sus deudos. Pero cada día era más difícil maquillar el horror en los cuerpos.

El suyo a esa hora estaba petrificado. Todo estaba a punto de concluir. Escuchó los pasos que se acercaban. Huir es imposible pensó. También lo era para el hombre que en ese momento comenzó a llorar con un llanto hiposo y le pedía a dios que no lo convirtiera en un asesino. Mientras afuera, en la noche de un otoño cualquiera, el diluvio había comenzado.