La luz
de la habitación quedó oscilando después del último relámpago,
si tenía suerte Dios le haría el favor de matar a Jorge. Bastaría
con que dejara caer un rayo sobre los cables de electricidad tendidos
a lo largo de la carretera justo en el momento que pasara al volante
de su Ford. Bastaría entonces con que él saliera de su coche y
tocara suelo para que quedara como una mierda humeante en la
carretera. La basura de Jorge, el mierda de Jorge, regresaría en
cualquier momento para matarla sino ocurría un milagro.
Había
fracasado en el intento de liberarse de las cuerdas. Se imaginó así
misma como un espantapájaros muerto en un campo desolado adónde
sólo acude un cuervo negro. Miró el techo , la tormenta se había
desatado apagando el canto de los grillos, golpeando el miedo húmedo
de los árboles del bosque que acompañaban el estallido del suyo
por todos los rincones de su cuerpo. Moriría antes de cumplir los
treinta, moriría sin dejar hijos, moriría sin saber que era
hacerlo con amor, tal vez Jorge tenía razón y era una puta . Una
hija de puta. El caso era que nunca se había acostado por dinero. Sí
por: placer, gusto, azar, aburrimiento y hasta por tristeza.
A él
lo conoció por casualidad. Salía del trabajo y necesitaba un café,
un lugar donde sentarse y despejar la cabeza. El trabajo la estaba
matando, todo en esta vida requiere vocación y ese trabajo no era
lo suyo. Pulsó el número de su jefe dispuesta a renunciar.
_¡¡¡No
puedo más !!, no he nacido para esto.
_Lo
siento pero se ha equivocado - le respondió una voz desconocida .
_Perdón
pero yo …
_No se
preocupe ...Son cosas del destino- le gustó la idea del destino , le
parecía poético . Aunque ahora ni siquiera podía imaginar al dueño
de esa voz. Por curiosidad siguió la charla. El hombre disertaba
sobre una frase de Borges : “Todo encuentro casual es una cita
previa”. Al menos era ingenioso para sacar un plan.
_Me
llamo Jorge . Estoy a tu disposición.
Él
se convirtió en una voz comprimida en medio minuto de llamada. Una
voz sin cara, ni cuerpo. Cómo saber el porqué del destino. No era
una adivina. No podía ver lo que el destino había escrito dentro de
un pulmón perforado, ni en un corazón detenido en un asalto a mano
armada y que nunca llegaría a ser una ofrenda que calmara la cólera
de los últimos tiempos. No podía adivinar tampoco el último
pensamiento que se llevó a la tumba el anciano que murió
plácidamente en su cama, ni el de la joven suicida que se tiró de
un cuarto piso sin dejar nota alguna. Cómo saber las intenciones
tras esa voz pausada. Su trabajo requería puro pragmatismo:
diseccionar cavidades, analizar órganos, perforar, vaciar, rellenar.
Era una artista de la muerte. Ni una sola queja de las familias, ella
cumplía con entregarles un cadáver hermoso.
Comenzó
a reír. Era irónico , pronto sería un cuerpo encallado en el fondo
de un río, o restos de un cuerpo mutilado que algún excursionista
encontraría entre las setas del bosque, después que el fiel perro
lo desenterrara, “buen chico “, le diría un segundo antes de
poner cara de espanto ante lo que quedaba de ella . Sería un cadáver
horrendo, le daría buen trabajo a los de su sección, de hecho no
entregarían sus restos hasta el final de las investigaciones, así
que ni un responso para su alma, ni un cajón digno , ni una tumba
decente.
Las
conversaciones con Jorge se hicieron frecuentes. Quién sabe las
razones que la llevaron a contarle los detalles de su trabajo, de las
tardes que salía por allí y terminaba tirando con algún amigo para
quitarse la peste del trabajo. Tirar, follar , sentirse viva en una
ciudad muerta.
Quedó
con él como hubiera quedado con cualquiera. Necesitaba un paraíso y
si incluía al mismo demonio poco le importaba.
El
Ford llegó puntual al lugar convenido.
_No
así no-
_Por
favor... sigue .
_Es
imposible así
_No
seas mala
_¿Crees
que debo pagar la comida?
_No...por
dios. Sólo sigue ...ya llego.
_Sólo
un milagro cariño- . No pudo contenerse. Comenzó a reír sin parar
, Ni aunque bajara Cristo de los cielos. El primer bofetón le
reventó el labio. Todo fue rápido.
A esa
hora casi no veía. No tenía miedo. Sus ojos se apagarían como los
ojos de todos los que habían pasado por sus manos. Recordó en ese
momento la primera vez que miró unos así. Tenía ocho años y no
era una niña miedosa, pero cuando vio los de su abuela muerta ella
sintió asco. Un profundo asco en su corazón de niña . Desde ese
día tuvo la seguridad que ardería en el infierno como todas las
niñas de malos pensamientos.
Esa
era la razón de su oficio . Ganas no le faltaban de ponerles una
moneda en cada órbita, por si el camino de la muerte era tal como
imaginaban los romanos. Pero hubiera resultado un tanto excéntrico
para los familiares. Los párpados comenzaban a pesarle , tal vez un
dios piadoso se había acordado de ella y apresuraba el viaje antes
que él regresara dispuesto a terminar su trabajo. Siempre supo que
el trabajo terminaría matándola. En los últimos días la
progresión de cuerpos que llegaban había aumentado dramáticamente,
le bastaba abrir las cámaras frigoríficas para cerciorarse de la
realidad. Se exigía demasiado . Total están muertos le repetían
sus compañeros, qué les puede importar su apariencia, decían. Le
fastidiaba el rictus de la agonía , lo grotesco en las caras de esas
personas que no conocía. Pensaba que cualquier agonía se podía
ocultar con un poco de arte . Ella era una artista así al menos la
llamaban los familiares satisfechos del gran trabajo realizado con
sus deudos. Pero cada día era más difícil maquillar el horror en
los cuerpos.
El
suyo a esa hora estaba petrificado. Todo estaba a punto de concluir.
Escuchó los pasos que se acercaban. Huir es imposible pensó.
También lo era para el hombre que en ese momento comenzó a llorar
con un llanto hiposo y le pedía a dios que no lo convirtiera en un
asesino. Mientras afuera, en la noche de un otoño cualquiera, el
diluvio había comenzado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario